miércoles, 30 de marzo de 2011

Mis vecinos fantásticos

Esto ocurrió cuando estaba pequeño; voy a contar todo tal como lo percibí en ese momento, con la inocencia de un niño de 10 años; trataré de evitar los prejuicios de adulto que ahora padezco.

Vivía en un edificio en las afueras de la ciudad, cuando llegaba del colegio tocaba todos los intercomunicadores del edificio; me deleitaba escuchando las voces de todos los vecinos molestos al descubrir la travesura.

Subía corriendo a casa en el piso 3 y luego de almorzar hacía las tareas para salir a pasear en mi bici por la cuadra. Un día al pasar por el piso 2 escuché una voz grave que me llamaba desde el apartamento 2A.

- ¡Muchacho!
Bajé un par de escalones de una sola zancada para ver quién me llamaba. La puerta estaba entreabierta; respondí desde el pasillo; la voz me pidió que me acercara y le hiciera un favor:
– Necesito que me traigas algunas frutas y pescado fresco del mercado, te daré buena propina.

Esa última frase atrajo mi atención.

- Tengo que almorzar, ¿me espera un rato?- dije con evidente ansiedad.
- Está bien, te espero.
Corrí hasta mi casa; mi abuela ya tenía el almuerzo listo; comí rapidísimo y bajé. Me paré en el pasillo, ya casi iba a tocar la puerta del 2A cuando escuché la misma voz:
- Toma, trae 5 kilos de pescado y todas las frutas que puedas.

Me dio cuatro billetes, eso era mucho dinero, seguro me podría quedar con el vuelto. Llegué con los 5 kilos de pescado del camión que lo vendía fresco en la otra cuadra y muchas frutas del abasto que estaba al voltear la esquina. Toqué la puerta con los pies, tenía las manos y brazos ocupadísimos con bolsas. La puerta se abrió; estaba el señor de la voz grave parado detrás de una barra; sólo podía ver su torso, tenía puesta una camisa muy ancha.

Recostada en un sofá estaba una hermosísima señora con una bata rosada y las piernas arropadas con una cobija de retazos.

- Gracias, eres un buen muchacho, por favor quédate con el cambio y vete, te volveré a llamar si te necesito, ¿te parece?

Asentí con la cabeza y con una sonrisa salí corriendo de ese apartamento que tenía un aspecto extraño pues casi no tenía enseres y despedía un ligero olor a zoológico. Los días siguientes pasaba despacio por el primer piso para atender al llamado del vecino inmediatamente, pero fue cuatro días después que volvieron a requerir mi ayuda para el mismo pedido: pescado y frutas.
Fui corriendo a comprar, esta vez tenía como motivación adicional a la propina la curiosidad de conversar con los vecinos. Al llegar estaban ambos en la misma posición de la vez anterior, sus poses parecían estudiadas.

Quise acercarme al señor para darle la mano, pero él me pidió que no lo hiciera. Mientras retrocedía de forma torpe tropezó con algo, esto me asustó, lo que hizo que la señora se volteara bruscamente dejando caer la cobija que cubría sus piernas. No pude disimular mi asombro al ver que la cobija ocultaba una gran cola de pez: era una sirena.

La cola se movía lentamente de arriba abajo mientras la hermosa señora comenzaba a llorar, sin decir ni una palabra pero con mucho miedo en su rostro. No podía dejar de verla, enseguida sentí en mi hombro una gruesa mano que me forzó a voltear, era el señor, pero casi me desmayo cuando veo que sus piernas, ¿o patas?, eran de un animal: un centauro. Quise correr pero el señor no me soltó, cubrí mi rostro con mis manos y comencé a llorar de miedo. Me dejaron llorar.

- Cálmate, sé que estás asustado, cuando te sientas más calmado me avisas, quiero contarte sobre nosotros – dijo el centauro amablemente, cargó a la Siena y la llevó al baño a una tina.

Pasaron todo el resto de la tarde contándome como llegaron allí y lo pronto que se iban; la misma persona que los dejó allí los iba a buscar ese fin de semana, había fallado la logística, por eso tuvieron que recurrir a mí para que los auxiliara. Me permitieron visitarlos todos los días que estuvieron ahí, pude verla a ella comer pescados enteros; él a pesar de ser carnívoro se había habituado a comer sólo frutas, por seguridad ¡Hasta me dejaron tomarles una foto!

Habían sido capturados en su hábitat, eran utilizados en inimaginables y excéntricos circos por los que pagaban mucho dinero. Sólo estaban de paso mientras reparaban los lujosos tráileres donde solían viajar. Se fueron ese fin de semana, de madrugada, nadie los sintió, tal como llegaron.

La foto? la revelé con la propina que me habían dejado, aún la conservo como uno de mis más valiosos tesoros.

lunes, 28 de febrero de 2011

Ella, el hombre y el bolso

Al fin estaba sola. Desde la última vez que ese hombre estuvo en su casa esperaba con ansias locas quedarse sola para recordar sin que nadie la interrumpiera. Todavía no sabía como explicarle a alguien más lo que la inquietaba.

Se paraba todos los días en el mismo sitio, como ese primer día en que lo vio acercarse sudoroso a la puerta de la casa, con ese bolso gris en su mano, agarrándolo fuertemente como para que no se le escapara.

Al verlo se asustó, era extranjero, muy diferente a todo lo que ella había visto.

-Déjame pasar, dijo éste.

Ella con cierto temor se apartó de la puerta y lo dejó pasar, no sabía por qué pero no pudo decirle que no. El extraño hombre se sentó en el viejo y desteñido sofá, ella no dejaba de mirarlo sorprendida, sabía que no estaba bien que estuviera ahí, lo que la ponía muy nerviosa.

-Dame de comer, dijo con voz cansada.

Ella fue apresurada a la cocina, sacó un perico y unas arepas que habían quedado del desayuno, los puso en un plato y cuando volteó ya el hombre estaba en la mesa mirando el plato que ella traía en sus manos. El hombre devoró la comida, tenía mucha hambre.

A pesar de su desespero, usaba sólo su mano izquierda; con la derecha seguía aferrado al bolso. Su pierna se movía de arriba a abajo como si quisiera apurar el tiempo con ese movimiento rápido y aparentemente involuntario. Se tomó un vaso de agua que ella le puso en la mesa y levantó la mirada; por primera vez ella sintió que él la había visto, sus pupilas se dilataron y sintió que su cuerpo se sonrojó completamente.

-“Quiero dormir”.

Ella asintió con la cabeza y le señaló nuevamente el viejo sofá; él hombre se dirigió hacia él, se recostó y sin soltar el bolso se durmió y empezó a roncar.

Pasó algo de tiempo y ella comenzó a ponerse nerviosa, llegarían su padre y sus hermanos a almorzar, ella no había cocinado, encontrarían al extraño hombre en la casa, seguro que pelearían con él y lo echarían a gritos ¿Cómo les explicaría que él estaba ahí?

“Me voy, vuelvo mañana”, el hombre interrumpió su novela mental.

Se fue, no dijo más nada, ella sólo asintió.

Hizo los oficios rápidamente y al llegar los hombres de la casa a almorzar no se dieron cuenta de la rara visita. Ella estaba nerviosa, lo disimuló pues decidió no decirles nada; sentía que estaba ocultándoles algo muy importante pero que era muy difícil de explicar, algo que finalmente no había traído consecuencias.

Al día siguiente, después que se fueron los hombres, ella se paró en la puerta y se puso a recordar la visita del día anterior cundo lo vio aparecer nuevamente.
Era como la escena repetida, todo fue igual: “Quiero pasar”, se sentó en el sofá, “tengo hambre”, comió y movió la pierna, “voy a dormir”, roncó, “me voy, vuelvo mañana” y se fue.

Ella no podía creerlo, ¿estaba soñando? ¿Cómo saber si no estaba padeciendo un raro tipo de locura? Llegó el otro día, el otro y el otro, todos fueron iguales, ella nunca se atrevió a cambiar nada, al contrario le alistaba el desayuno cuando llegaba y le ahorraba unos minutos que el hombre usaba para dormir un poco más.

Pero ese último día pasó algo diferente, el hombre le dio el bolso y cambió el “me voy, vuelvo mañana” por “guárdame esto, no lo revises” y se fue.

El bolso era pesado, lo escondió en el fondo de su escaparate, ahí estaría seguro. Al día siguiente era sábado, los hombres de la casa se levantaron tarde, ella no pudo evitar ponerse nerviosa de pensar en la aparición del extraño con su rutina ante los ojos de su padre y hermanos. Pero ese día no fue, ni los otros días, no regresó o por lo menos no ha regresado.

Ella lo sigue esperando, ahora sí está decidida a hablarle, a preguntar su nombre y origen, a cambiarle el menú y a ofrecerle un catre en lugar del sofá para su siesta. Pero no ha regresado.

¿El bolso? Sí lo revisó, está lleno de billetes de 100; no conoce la moneda, no lee muy bien y cree que están en otro idioma, pero está segura que es mucho dinero.

La preocupa un poco su desobediencia, pues él le pidió no revisar el bolso y lo hizo, pero no le va a decir nada cuando regrese. Porque aún ella lo está esperando, ya sabe que no está loca, no todavía.

La Venganza

Ahí estaba, frente a mi, asustado y sudoroso. Hace dos días me asaltó, rodeó mi cuello con su brazo detrás de mi, me apretaba contra él mientras me hablaba al oído y apuntaba con algo punzante "No me hagas daño, por favor" supliqué "Tranquila mami no te va a doler". Aún me queda la desagradable sensación de su voz y respiración sobre mi. Hoy cuando lo vi ahí, acostado, me puse nerviosa, pero era el momento de mi venganza; tenía dengue y yo era su enfermera. Cuando me acerqué dijo con voz débil "¿me va a doler?" me acerqué a su oído y susurré "tranquilo papi, no te va a doler"

lunes, 31 de enero de 2011

Entre paréntesis

Ella sabía que nada había cambiado, fué solo un paréntesis, pero nosotros no lo veíamos así... No parecía controlar la situación, tuvimos miedo, parecía arriesgar mucho...


Por otra parte él no sabía que estaba en un paréntesis, era divertido, cómodo, demasiado perfecto... Sin embargo no entendía, estaba en la historia pero no la tocaba, tampoco hacía el mínimo esfuerzo por tocarla, por atravesar...


Ella tenía el control, sin levantar sospechas, iba suave, mantenía su estilo, no había tormento, él era su prótesis, la estaba ayudando a vivir... Hasta que estuvo lista, pudo seguir sola, cerró el paréntesis... Volvió a ser ella, volví a ser yo


El cree todavía que la dejó, que se esfumó...

sábado, 29 de enero de 2011

Rima al revés

Estaba segura, no podía estar todo equivocado,
consulté oráculos, brujos, cartas,
estrellas, no se podían equivocar
constelaciones completas decían que hoy era el día...

Revisé mis gavetas, mi closet, mi cama, la cocina y el baño
definitivamente, no estaba, pero había estado
recordaba su luz, su silueta, habían rastros,
decoraban los espacios, ropa, sábanas, paredes, muebles...

Alguien ha vivido algo así?
Estrellas entran por las ventanas pasean por las casas y se van?
Algún registro en la historia? pruebas?
Escarcha, escarcha por toda la casa